viernes, 18 de septiembre de 2009

Rosh Hashaná y el Proyecto de Vida


Rosh Hashaná y el Proyecto de Vida

A riesgo de deslizarnos en lugares comunes, quisiéramos decir que Occidente difícilmente se explica culturalmente sin el logos griego y la tradición judía; probablemente pensamos como pensamos y “sentimos” como sentimos(o elaboramos) axiológicamente de acuerdo a como nos han configurado esos dos pilares. Probablemente ni el código de Hammurabí, ni el derecho romano connotan el valor de la vida humana como lo hace la tradición de Israel. Sin menoscabo de otras aportaciones, el proceso de humanización del homo sapiens se asienta en lo griego y lo judío. Así que como gesto de reconocimiento conviene tener presente la celebración del Año Nuevo (Rosh Hashaná) en la tradición judía.
El ritual de celebración tiene cierta complejidad que va y viene entre rezos y comidas, pero la parte central es que las peticiones y deseos deambulan en querer salud, vida, tranquilidad, paz, plenitud, respeto, unión, año dulce, sinceridad, bienes materiales, en fin, toda suerte de parabienes concentrados en este día, por eso es tan importante, porque se ponen las expectativas para todo el año venidero en las oraciones (tefilot) prescritas.
Una vuelta de tuerca que nos aprieta a todos, judíos y no-judíos: por supuesto dirán algunos que es lícito pedir o desear todo lo listado, pero surge la pregunta ¿para qué? y justo allí aparece en el horizonte el concepto de “proyecto de vida”. De qué nos sirve tener salud, bienes espirituales y materiales si falta claridad en lo más importante. Viktor Frankl, uno de los más conocidos y reconocidos sobrevivientes del Holocausto se preguntaba qué sentido tenía estar vivo después de tanto sufrimiento y haberlo perdido todo. La respuesta tendrá que encararla cada persona, pero una pista segura es que sin la consideración del “otro” o de la colectividad humana en particular y ecológica en general difícilmente encontraremos el sentido. Probablemente este sea el rasgo más significativo de la experiencia del “éxodo”, no importa si es histórico o mera narración, que fuera de la comunidad o de la otredad, no hay futuro. Una segunda pista que no falla: la conciencia de que con nuestra actividad laboral, la que sea, docencia o sastrería, aportamos a los semejantes y además nos permite obtener el sustento.

miércoles, 29 de abril de 2009

El metavirus


El metavirus

Pues sí, como meta-física o meta-lenguaje o para cuando el virus porcino nos alcance. Ocurre que nuestra querida y sufrida Ciudad de México durante estos días como que de repente podría no parecer reconocible, porque cuando estamos de vacaciones se medio vacía o medio vaciaba, pero uno sabía que ello era temporal; hasta nos medio alegrábamos de volver a ver a quienes hacían que se marchaban de descanso, porque muchos regresaban no con mejor pinta que la de quienes nos quedábamos a gozar de la ciudad. Ahora es diferente, todos estamos aquí (aunque algunos se marcharon como si de un asueto se tratara), pero no nos vemos, sí nos hablamos por teléfono o por la red, pero como hasta los cafés de siempre están cerrados…¿posponemos las citas? Está presente la incertidumbre. El alma como que pregunta o se medio agita.

De allí la necesidad de una meta-mirada con los pocos datos o datos confusos, no sé si estamos informados o desinformados, un asunto nada menor del fenómeno. Cualquiera que sea la hipótesis: lo estamos viviendo o nos lo están haciendo vivir, da lo mismo. Es posible imaginar un escenario citadino sin citadinos, lo que nos pone de cara al origen de todo, de la vida misma: azar o no azar, la cuestión es que aquí estamos y somos seres inteligentes, con uso del logos, con capacidad de gestionar nuestras pasiones o emociones, como gusten nombrarlas. He ahí la cuestión, nuestro futuro muy probablemente depende de nosotros por mucho más tiempo, pero con la condición de usar de los recursos de manera racional; es decir, si actuamos más como cuerpo social, donde los individuos piensan y actúan en función de sí, pero en orden de la preservación de la comunidad. El Universo probablemente es como el desierto de los perseguidos por los egipcios del relato bíblico y allí, el requisito para sobrevivir era formar parte del cuerpo. Para cerrar la analogía con la antigüedad hebrea, quizás la tierra de promisión del futuro esté en otra galaxia y si como humanidad elegimos el ser, la vida, el sentido, no queda de otra que organizarnos de otra manera, donde la justicia y la razón se vuelvan “connaturales” a los humanos. La gripe porcina será en la distancia una de tantas prácticas pedagógicas que nos asestaría el entorno, las circunstancias, el destino, quien sabe quién o qué, para que aprendamos a hacer camino al andar, si es que no decidimos rendirnos. Pero sí, es cuestión de decisión y en el paso previo, la deliberación, el viejo Aristóteles, sí que tiene cosas fundamentales que decirnos, o el otro maestro, el de Guipuzcoa, que insistía en no confundir los medios con los fines

jueves, 26 de marzo de 2009

El término medio


El término medio y la virtud


La deliberación de Aristóteles sobre la virtud (Ética Nicomáquea), arriba a una primera conclusión en el concepto del término medio. El exceso y el defecto en el ejercicio de las pasiones que devienen en acciones conducen al vicio.

Hacer o sentir como es debido significa ejercer cierto control sobre sí mismo, lo que parecería una exageración, pero nuestro referente no anda tan descaminado, sobretodo si consideramos que tenemos la oportunidad, mediante la deliberación inteligente y otros recursos, de aprender a tener u obtener ese dominio de sí; es cuestión de ejercitarse en ello, igual que el arquero debe practicar para dar en el blanco.

En las situaciones cotidianas, nada mejor para ejercitarse, pues no se trata de de no sentir alegría, tristeza, esperanza, desolación, consuelo, desamor, vértigo y demás compañeros y compañeros de viaje, sino de aprender a gestionarlos en nuestro beneficio. Allí es donde corresponde llevar a las pasiones al término medio hasta que se vuelvan aliadas y no enemigos de la condición humana.

Por ejemplo una persona que aparentemente tiene resuelta su plataforma de vida, con casa, trabajo, medio de transporte, buen ánimo, familia, pero le falta tiempo para vivir lo que sí tiene, podríamos plantear varias hipótesis para explicar la insatisfacción y probablemente allí, en el análisis de lo que siente, puede encontrar la piedra en el zapato, que le impide marchar con soltura; no se trata en tal caso de que se replanteé todo su proyecto de vida, sino de reacomodar su cotidianeidad para encontrar espacios para estar con los suyos, los de siempre u otros que estarían por venir o simplemente estar. Aunque parezca difícil de admitir, no siempre tenemos habilidad para sólo estar.

Se puede profundizar en el caso pero vamos a llegar al sitio donde empezamos, equilibrar las diferentes partes de una vida, lo laboral, familiar, social, afectivo y que cada parte llegue al término medio. En eso consiste el ejercicio de la virtud, no en recibir la visita de la alegría o la ira, sino en llevarlas al lugar que le corresponde. Me hace recordar a una persona durante una charla sobre el tema que nos ocupa, que decía que para ella era imposible vivir virtuosamente, al modo aristotélico, porque en una ocasión, en un hospital una enfermera la trató con poca amabilidad y se sintió visitada por la ira, más a mi pregunta sobre cuánto tiempo duró ese sentir, dijo que por pocos minutos; tenemos un caso de experiencia de término medio porque recuperó el equilibrio. Es una situación controlada porque la ira no invadió a la persona en cuestión, además de que la experiencia le permitió profundizar en el autoconocimiento.